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ACERCA DE AUTOEDICIÓN

Después de tres años escribiendo "Los buscadores de la verdad", hice una pausa y me encontré con un mamotreto de casi 700 páginas en Word, que todavía no llegaba a su fin.

​Independiente de si el relato fuera "bueno" o "malo", un par de conocedores del medio editorial chileno me advirtieron de que un libro así de grandote, de un escritor desconocido, tendría poca o ninguna posibilidad de ser publicado. Eso me sonó probable, ya que lo mismo sucede en otros países.

​Me gusta escribir. Soy simpatizante del minimalismo en algunas artes, pero no en la literatura. El relato de "Los buscadores de la verdad", con varios personajes centrales y esmerado en describir aspectos de su tiempo, exigía de espacio donde desplegarse.

​Hice entonces de tripas corazón y saqué como 300 páginas del manuscrito, dejando aproximadamente 400.  El plan era escribir 100 páginas más, para así terminar en unas 500 páginas en Word, que más o menos resultarían en 400 impresas -  un libro ya grande (pero no tan grande), que ojalá una editorial chilena considerara publicable. 

Con lo anterior en mente seguí escribiendo… con la sensación de amarrado por una camisa de fuerza, obligado a menos relato; a capítulos más cortos, a frases más cortas, para que el libro no se agrandara.

​Meses después ya había terminado, pero en vez de las 500 páginas en Word del plan original, otra vez tenía 700 y algo, que de todas maneras hacían como un kilo de libro.

​Después de haberme dado todo ese trabajo… no, no estaba dispuesto a acortar el manuscrito para, con suerte, despertar el interés de una editorial chilena. A ese paisaje ya gris se sumaron nubes borrascosas.  Las editoriales danesas (vivo en Dinamarca) se demoran tres o cuatro meses en responder a la propuesta de publicación de un escritor, pero responden. Las editoriales chilenas, he sabido, muy a menudo ni siquiera se dan esa pequeña molestia. Como fuera, dos o tres rechazos iniciales podrían fácilmente significar un año o más de espera. Y luego de una hipotética aceptación editorial, no es inusual esperar más/menos dos años antes de ver el libro al alcance del público.  La mayoría de las editoriales ya tienen un plan para el próximo año o dos. Encima de todo eso, tampoco es inusual que pidan al escritor modificar un manuscrito que, quizás, podrían editar.  Y bueno, el  peor de los casos sería pasarse la vida esperando por el beneplácito de una editorial (cosa que le ha pasado a escritores lejos mejores que yo).   

​A mi edad (63), no me jacto más de ser paciente - y, dicho en el sentido más literal, no tengo océanos de tiempo para esperar dos o tres años por una edición. Mucho menos tengo tiempo y paciencia para reescribir algo que considero razonablemente escrito - o para esperar la aceptación de editoriales que nunca contestarán.  

​Andaba en esos pensamientos cuando surgió seriamente la posibilidad de autoeditar. Digo seriamente, porque siempre supe de esa posibilidad. Sólo que yo antes no la había considerado por asociarla a tiburones disfrazados de editores, que hacen plata cobrando por imprimir un libro, el cual poco y nada les importa. En esos casos tiburonescos, es obvio que el escritor paga solamente para conseguir un libro con su nombre en la tapa.

​Por casualidad supe de la plataforma alemana de autoedición www.xinxii.com. Me pareció serio que mi única obligación era presentar el libro, como yo quisiera que este fuese puesto ante un lector. La plataforma no pide pagos previos.  Recién al vender un libro, Xinxii recibe un tanto por ciento de la venta, dejando entre un 60 y 70 % para el escritor.

​Para la impresión en papel elegí www.createspace.com; una empresa de Amazon, que también tiene una práctica similar de división de ingresos por concepto de ventas – sin pagos por parte del escritor.

​La autoedición tiene ventajas y desventajas según sea la situación del escritor (un tema que da al menos para otro artículo).

En mi situación, vi más ventajas que desventajas. Por primera vez sentí la sensación de control sobre lo que yo había hecho. Anteriormente, sucedió  a veces que no estuve de acuerdo con los cambios de texto propuestos por el editor, con las estrategias de promoción (cuando las hubo) o con el diseño de la tapa. 

Y finalmente, la ventaja más grande de la autoedición... no tuve que esperar por el beneplácito de nadie para publicar mi libro.

 

Rubén Palma

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